Entender la cultura, compartirla, incluso enriquecernos mútuamente resulta en ocasiones incompatible con una concpeción de la persona forjada en valores democráticos y que anteponen los derechos y la dignidad.
La educación ha de contemplar toda la riqueza que nos aporta la diversidad cultural. Ahora bien, ¿podemos siempre conjugar la educación multicultural y la educación en igualdad? Esta pregunta surge a menudo cargada de tintes xenófobos o racistas. Pero necesitamos arbitrar propuestas educativas para evitar la discriminación por cuestión de sexo y por cuestión de raza o cultura sino queremos ofrecer un modelo cojo o con rasgos esquizoides.
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